Pilar Zalamea (1951)
Pilar Zalamea, escritora colombiana
Bibliografía
Pilar Zalamea Kimbrell, nacida en Nueva York en 1951, es una poeta y traductora. Publicó su primer poemario, Pasos hacia la luz, en 1993, seguido de una versión revisada y aumentada de este título en 1997. Sus poemas han sido publicados en revistas de Estados Unidos y en periódicos colombianos, como El Tiempo.
Además de su labor poética, Zalamea Kimbrell ha sido una traductora prolífica. Ha traducido las obras del poeta español Vicente Aleixandre, quien recibió el Premio Nobel de Literatura, así como obras de teatro de vanguardia. Su trabajo como traductora ha contribuido a la difusión de importantes obras literarias en el ámbito hispanoamericano.
Obras
- Pasos hacia la luz (1993)
- Pasos hacia la luz, versión revisada aumentada (1997)
Poemas
Luna de Buda
Esta es una noche
que esperaba hace ya tiempo
exhortando al corazón
a perderse
entre las sombras frescas
que llegan en primavera
y allí atisbar tu imagen
bajo las encinas vetustas
que bordean la senda
hacia la ensenada
donde la luna
antigua y radiante
a punto está de reflejarse:
encarnación perfecta
de Buda.
Esta noche el perro y yo
vagamos hacia
aguas profundas
para escapar del riachuelo
profano de la vida
recargada de lecciones
que pesan sobre mis hombros.
En las sombras proyectadas
por el alumbrado público,
el perro se deleita
con los olores nocturnos,
descifrando con calma
los secretos de cada uno,
y es tan habilidoso que intuye
que me siento envidiosa,
por no decir enojada,
en esta jornada para mí
tan caprichosa y tediosa
que describo con palabras
rebuscadas y desteñidas
para balbucear
unos cuantos pensamientos.
Sí. Una vez me sentí capaz
de encuadrar la escoria
dolorosa e innecesaria
de tantos años de vida
dentro de un cofre
de guardar secretos,
entregarlo con reverencia
a los dioses
y consignarlo al olvido,
quizás con la bendición
de la excelsa luna de Buda,,,.
Mas éste aun no demuestra
haber captado el alcance
de mi ingenua exhortación:
radiante y de oro ribeteado,
majestuoso,
ni esbelto ni ligero
como la luna creciente
tejida de hebras plateadas
que se mece sobre los árboles
y me recuerda mi cuna
y los arrullos de mi madre:
¡Ay, cómo quisiera
estar ahora en sus brazos!
No. Esta luna de Buda
todo abarca y te hace saber
de manera contundente
que estás limitada,
plagada de ineludibles
fallas humanas,
y que su brillo potente
te obliga a volver
a la realidad veloz
en que has malgastado
tu vida.
El perro para en seco
en pleno trote
como para oír
desde aguas remotas
el canto de las sirenas
que impulsan
las ondas del tiempo,
tregua para reflexionar
y mirar el firmamento,
donde un planeta azul titila,
y las los astros comienzan
a iluminar las tinieblas…
sin que aparezca aun la luna.
De repente, tu mente
se inunda de sosiego,
al que anhelas entregarte.
¿Qué más puedes decir?
Con luna o sin luna,
estás sujeta a vivir otro día,
zaherida,
amada
y tal vez,
si tienes una suerte loca
o si te bendice Buda,
volverás
a escribir.
(versión en español de Luis Zalamea, escritor colombiano)
Exorcismo
Bajo el ojo fulguroso
de la luna de Buda,
al pie del eucalipto,
te exorcizo a apartar
tu roce de mi entraña,
de mis oídos tu voz,
de mis venas tu olor.
En mis sueños
quemo tu sombra,
me abruman presagios
de años lejanos,
memorias de instantes
de álgidas emociones,
a pesar de turbulentos
y delicados secretos.
En medio de mi vanidad,
me incita el grito
del más puro deseo,
que viola con impudencia
los cielos desiertos
en pleno mediodía,
y luego se tornasola
al llegar el caso
que ayer nos cobijaba
una vez en cada día.
Esta noche,
los ojos girando por el cielo,
la luna llena de Buda
afirma que todos vamos
por el mismo camino,
a menudo fallamos
y somos demasiado
humanos.
En la quietud se desprende
de mis labios tu nombre
como pluma delicada,
y me sumerjo
en lo que fue una vez,
ya no lo es,
ni nunca más
podrá ser:
llamadas ahogadas
por las cascadas del tiempo,
tiempo cruel,
demasiado real,
cada uno
en su órbita enclaustrada.
(versión en español de Luis Zalamea, escritor colombiano)
Invierno
En esta parte
del mundo,
nuestro invierno
despunta
con las primeras flores
de primavera:
rosas, gardenias y adelfas,
un diario nos colman
con múltiples colores
y esencias,
enjambres de mariposas monarcas
están de regreso
de largas migraciones
por latitudes meridionales,
amanece más temprano
y anochece muy de tarde,
esbozando hermosos
cuadros pletóricos
de cardenales,
pájaros carpinteros,
herrerillos y arrendatarios
de múltiples tonos
mientras que ese feote
el abadejo castaño,
sigue allí chismeando
envidioso y tan campante
y el sol quema quema
los linderos del jardín
dejando estelas de lirios
colorados,
anarajados
y parduscos.
Este es, pues, nuestro “invierno”,
que yo apodo “aplatanado”
en buen vernáculo antillano:
un sol despiadado
que nos destierra a recintos
de paredes yertas
donde zumba sin cesar
el aire acondicionado
desde cajas escondidas,
y allí nos refugiamos
hasta que se disipa un poco
el calor sofocante y húmedo
y podemos respirar
en lo que resta de tarde.
No es un exilio forzado
por tempestades de nieve
que congelan y enceguece,
mas tiene la amarga ironía
de belleza y crueldad mezcladas;
la de primero gozar de lindos colores
y luego sufrir los rigores de una solana asfixiante
que confunde a la mente,
sellando nuestros sentidos
hasta llegar a abrumarlos
con el desperado anhelo
de un semejo de sombra.
Este es nuestro
“invierno aplatanado”
que te obliga a buscar amparo
en medio de un verano
que se niega a darnos tregua…
(versión en español de Luis Zalamea, escritor colombiano)
¡Libertad... para pensar!
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