Victorina Bridoux y Mazzini (1835-1862)
Victorina Bridoux y Mazzini, escritora inglesa
Biografía
Victorina Bridoux y Mazzinim nació en Manchester el 9 de abril de 1835 y murió en Santa Cruz de Tenerife el 27 de septiembre de 1862. Fue una poetisa y dramaturga, hija de Carlos Honoré Bridoux y Lefebre, un comerciante mayorista parisino, y de Ángela Mazzini, una destacada poetisa y dramaturga española. Su madre, originaria de Cádiz, contribuyó significativamente al teatro romántico español con importantes dramas históricos como "El conde de Lucena" y "El brazalete de coral".
La familia se trasladó a Manchester en 1833 debido a las obligaciones laborales de Carlos Honoré Bridoux. En 1838, cuando Victorina tenía solo tres años, su padre falleció en Valparaíso, Chile, lo que obligó a Ángela Mazzini a regresar a Andalucía con su hija, donde sobrevivió dando clases de inglés, francés e italiano.
Victorina recibió su educación en el Colegio de Religiosas Irlandesas de Gibraltar, donde su madre era docente. Desde joven, demostró habilidades excepcionales para la música, los idiomas y la literatura, pero tuvo una salud delicada. Estudió allí hasta los trece años y luego se trasladó con su madre a Cádiz, Sevilla y finalmente a Santa Cruz de Tenerife.
En Santa Cruz de Tenerife, Victorina comenzó a ofrecer funciones benéficas de declamación en el teatro y se dedicó a la escritura. Publicó textos en "El Noticioso de Canarias" y en otros periódicos de la época. En 1855, se casó con el capitán graduado de infantería Gregorio Domínguez de Castro y tuvo cuatro hijos.
Victorina Bridoux falleció a los 27 años a causa de la fiebre amarilla, dejando un libro publicado, tres novelas sin terminar y cuatro hijos pequeños. Sus restos descansan en el cementerio de San Rafael y San Roque en Santa Cruz de Tenerife, aunque en su lápida figura el nombre de su marido.
Obras
- Lágrimas y flores. Producciones literarias (1863)
- El bálsamo de las penas (1863)
- Amparo (1890)
- El secreto de la hermosura (1890)
Poemas
Y siempre, siempre aquí, llevo esculpida
la extraña nota de misterios llena
¡formando parte de mi misma vida!
¡formando parte de mi misma pena!
Por eso cuando exhalo mi lamento,
o cuando pulso mi doliente lira,
hay dos ecos de amor en un acento
y dos suspiros si mi amor suspira.
¿Será el presagio de temprana muerte?
¿Será el sollozo de mi triste anhelo?
¿Será anatema de contraria suerte?
¿Será la voz que me reclama al Cielo?
Definirlo no sé, sólo comprendo
que mi existencia su misterio adora,
que me asombra esa voz que yo no entiendo
y el alma mía de tristeza llora.
Enero, 1862.
¡Quiero partir!
Yo siento un malestar indefinible,
el aire que respiro me sofoca…
¡Hay una cuerda al corazón sensible,
y al sentirla vibrar me vuelvo loca!
Es un anhelo sin color, sin nombre,
Es la vana inquietud de un pensamiento;
mas comprender jamás pudiera el hombre
toda la angustia que en mi pecho siento.
Al contemplar el mar, que gime en calma,
tiendo mis brazos con dolor profundo,
¡y se desmaya de pesar el alma
por buscar algo que perdió en el mundo!
¡Yo quisiera volar, volar ligera!,
dejar montes atrás, islas, vergeles,
y divisar lejana otra ribera,
cual blondo canastillo de claveles…
Y gritar desde el mar: ¡oh, patria mía!
¡Bella sirena de nevado manto,
náyade de sin par melancolía,
oh, Cádiz de mi amor, oye mi canto!
A ti se tornan mis cansados ojos,
a ti se marcha mi fugaz suspiro,
por ti lamento sin cesar enojos,
por volverte a mirar, triste deliro.
Y es preciso partir, es necesario:
el viajero retorna a sus lugares;
el peregrino busca el santuario
y yo por verte cruzaré los mares.
Yo, cual las aves de sentido canto,
he llorado al cantar males de ausencia,
y al derramar mi dolorido llanto,
sentí debilitarse mi existencia…
Mas ya cantar no sé; la golondrina
quiere tornar a su lejano nido,
y el ave, que viajaba peregrina,
quiere buscar lo que miró perdido…
¡Dejadme, por favor, harto he cantado!
¡Basta de flores, de ilusión, de galas!;
mi canto en estos montes he grabado,
¡dejadme entonces desplegar mis alas!
Agosto, 1862.
Lo adivinaste: soy mariposa
Lo adivinaste: soy mariposa
De blancas alas como el armiño:
Por mí se muestra bella la rosa,
Por mí suspira travieso el niño.
Siempre entre flores paso la vida,
En sus corolas tengo mi lecho:
Si me persigue mano atrevida,
Tenue me alejo por su despecho.
Vivir y morir
Vivir con el pensamiento
Entre imágenes soñadas,
Viendo deslizar doradas
Las horas del existir,
Sin que ofrezca la memoria
Una creencia perdida
Ni una esperanza mentida:
Eso se llama vivir.
Pero escuchar lentamente
Las horas de la existencia,
Con helada indiferencia
En monótono latir;
Y, aunque el tumulto sofoque,
Ver el mundo despoblado,
De placeres despojado,
Eso se llama morir.
¡Libertad... para pensar!
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.