Claudia de los Dolores Montenegro de Méndez (1857-1933)
Biografía:
Nacida poco después de la independencia de España, Lola vivió en un período de inestabilidad política y conflictos ideológicos en Guatemala. Proveniente de una familia arraigada en el Valle de las Vacas, Lola creció en un entorno rural que luego contrastaba con sus viajes por el mundo, desde la India hasta Europa y Estados Unidos.
A pesar de sus viajes, Lola siempre mantuvo un profundo vínculo con su tierra natal, plasmado en sus poemas que retratan la vida cotidiana y las tradiciones locales. Su participación en periódicos como El Diario de Centroamérica y revistas literarias como El Porvenir y El Ateneo Centro-Americano la consolidaron como una voz influyente en el ámbito literario y político de su tiempo.
Desde una perspectiva liberal, Lola abogó por el progreso, la industria y la reunificación centroamericana. Sus poemas reflejan los acontecimientos políticos y sociales de una época marcada por la búsqueda de identidad y autonomía en Hispanoamérica.
Lola Montenegro, poeta y activista, dejó un legado perdurable que trasciende las fronteras de su tiempo y lugar, recordándonos el poder de la palabra para transformar la sociedad y promover el cambio.
Obras:
- (1887). Flores y espinas. Guatemala: Imprenta de F. Silva.
- (1895). Versos de Lola Montenegro. Guatemala: Tipografía Nacional.
- (1964). Antología de Lola Montenegro. 2ª ed. Ed. Manuel Mendoza. Guatemala: Tip.
- Nacional.
Poemas
Todo está bien
¡Bien puedes amargar mi triste vida,
y de mi amor doliente renegar;
bien puedes ofender mis sentimientos,
de mi pasión tristísima dudar…!
¡Bien puedes olvidarme y en tu olvido
otras mujeres con delirio amar;
conseguirás llenarme de tristeza,
mas, que te olvide nunca lograrás…!
Bien puedes con sonrisa indiferente
mi agonía y martirios contemplar;
bien te puedes burlar de mis angustias,
llamarme loca, pérfida y falaz.
¡Lograrás resentirme, acibararme,
mas que desmaye mi pasión, jamás;
libre o cautiva, rica o miserable,
de mi alma en el santuario vivirás…!
Si violenta de ti juré alejarme,
cuando ofuscó la injuria la razón,
también juré en mi pecho sepultarte,
entre llanto tristísimo de amor.
¡Yo cumpliré mi juramento amargo,
y el juramento grato cumpliré;
¡ay!, ¡sí!, jamás a unirnos volveremos,
pero jamás, jamás te olvidaré!
¡Doquier que vaya llevaré en el alma
tu dulce imagen, luz de mi ilusión;
si quisiera olvidarte mi memoria,
temblaría ofendido el corazón…!
¡Ahora, desprecia, duda y desconoce,
vuélvete sordo al eco de mi voz;
no anhelo ya ni amor ni recompensa,
sigo el camino y me abandono a Dios…!
Allá
¡Lejos, muy lejos del voluble mundo,
mis ojos, mi alma y mi ambición fijé;
nada debo en la tierra, y si me deben,
esa deuda fatal perdonaré…!
¡Ayer que ardiente se agitaba mi alma,
Llanto de fuego a mi pesar vertí;
y en tormento y angustia inexplicables
mi juventud hermosa consumí…!
¡Ayer…! ¡Palabra de amargura y duelo,
que cual toque de muerte suena ya…!
¡Mañana! ¡La ilusión encantadora
de llegar a la augusta eternidad…!
¡Hoy triste calma el corazón abriga,
y si el dolor rasgármelo cruel,
cual nunca, a nadie compasión pidiera,
que fui nutrida con amarga hiel…!
¡Acostumbrada al duro sufrimiento,
jamás a nadie compasión pedí!
¡Pero mi llanto, al ver el llanto ajeno,
con generoso corazón vertí…!
¡Cuando he sufrido, he sollozado sola;
jamás consuelo me arrastré a pedir,
que siempre, siempre en mis pesares íntimos
sarcasmo tuvo el mundo para mí…!
Mientras que yo, con verdadero afecto
lágrimas tristes de dolor sequé,
y despreciando la injusticia infame,
a calmar los dolores me entregué.
¡Hoy como ayer, abandonada y sola
por mi senda de espinas seguiré;
nada altera mi calma dolorosa
y como antes sufría, sufriré…!
¡Yo no reclamo gratitud del alma
a quien un día amable consolé;
«allá muy lejos del voluble mundo»
está la dicha que en mi afán soñé…!
Si antes el alma se agitaba inquieta,
hoy tranquila en el cielo la fijé…
¡Nada debo en el mundo, y si me deben,
esa deuda fatal perdonaré…!
Hoy que la infamia el corazón destroza,
hoy que me mancha de calumnia cruel,
perdonar puede, sin pedir alivio
mi alma que sólo se nutrió con hiel…!
Aquí está el pecho desgarrado y triste,
aún tiene aliento, ¡herid sin compasión…!
¡Calumnia! ¡Ingratitud!, ¡podéis matarme,
mas nunca humillaréis mi corazón…!
Mujer...
Nací mujer, y al mundo inmaculada
vine entre el llanto que brotó el amor;
lloró mi madre al verme entre sus brazos,
y mi bautismo, ¡oh, cielo, fue el dolor!
Crecí inocente, candorosa y pura,
y así inocente comencé a sufrir;
¿por qué tan niña el dardo del tormento
llegó mi tierno corazón a herir…?
Joven, después, soñé con la ventura
desde el nacer vedada para mí;
quise adornar mi frente de azahares,
¡y de espinas punzantes la ceñí…!
De espinas, ¡ay!, la virginal corona,
adornar pretendí con bellos lirios;
¡vino el turbión, despedazó las flores
y agobiaron mi frente los martirios…!
Y aún me halagaba al asomar la aurora,
mirar a Dios en las rosadas nubes,
bendecirle y amarle en mi tristeza,
cual le adoran fervientes los querubes…!
Y amaba a Dios, desventurada niña,
con la fe que llenaba el corazón;
¡resignada creía en que mis males
hallarían por fin consolación…!
Y en vano la esperé; se alzó el infierno
y al ángel desgraciado arrebató,
rompió su veste, le arrancó las alas,
y a un océano de llanto le arrojó;
puso en sus ojos venenoso jugo
que en lágrimas amargas derramó;
¡las místicas creencias se alejaron
y en el infierno horrible resonó
carcajada funesta de alegría
que lanzó Lucifer al contemplar
un corazón tan tierno y compasivo,
hecho pedazos, descreído ya…!
Algo bueno le queda al alma mía,
algo bueno que la hace padecer,
algo bueno que en lucha interminable
mantiene el corazón de la mujer;
Algo bueno y sublime, que me hiere
porque me hace sentir dentro de mí,
amor a la virtud, y me enfurezco,
¡ay, porque es farsa la virtud aquí…!
¡Maldita lucha, interminable, ruda!
¡Alma gigante, desgraciada, herida,
rompe tu cárcel de materia inmunda,
águila audaz, doliente y atrevida!
Y vete, vete en majestuoso vuelo,
de un espacio a otro espacio; alza tu voz,
hasta encontrar tu ambicionada gloria
allá en el solio del Eterno Dios…
Adoro a Dios, porque le veo grande,
y aunque no calme mi sufrir maldito,
adoro a Dios, en mi tormento mismo,
le contemplo sublime e infinito…
Por eso adoro a Dios, por eso le amo
desde mi horrible y tenebroso abismo;
¡mis pasiones salvajes me atormentan,
pero le amo en mi rudo salvajismo…!
Amé la aurora y amo las tinieblas
que a las penas de mi alma se parecen;
¡brote fuego el infierno, el cielo rayos,
que con ellos mis duelos se adormecen…!
¡Te adoro, Dios! ¡Me preferiste al menos
en hacerme cual nadie infortunada;
que yo prefiero mis tormentos hórridos
a ser un alma en el placer menguada…!
¡Dios que me creaste, Dios del firmamento,
Dios en el cielo y Dios en el infierno,
Dios en el colmo de la inmensa dicha,
Dios en el centro del dolor eterno…!
¡Óyeme, Dios! Un corazón me diste
con sentimiento de un amor sin fin;
¡alma de fuego dispusiste darme,
el mundo es hielo… yo no vivo aquí!
El fuego que me diste me consume,
se desborda del pecho el sentimiento;
¡si el fuego rompe el hielo de mi vida,
no soy culpable cuando tanto siento…!
Le sobra vuelo al alma que me diste;
no dejes, ¡ay!, que el mundo la mancille;
¡quiero ser un lucero esplendoroso
que en tu diadema para siempre brille…!
Yo aquí no vivo; romperé mi cárcel
porque no quiero la existencia aquí;
¡llévame a la grandeza de tu gloria,
o no me culpes cuando llegue a ti…!
Bibliografía:
- Proyecto Escritoras Latinoamericanas del Diecinueve ELADD. https://eladd.org/otras-autoras/dolores-montenegro-de-mendez/
- Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala. Día Internacional de la Mujer. https://mcd.gob.gt/dia-internacional-de-la-mujer/
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