Nicole Garay (1873-1928)

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Nicole Garay, escritora panameña

Biografía

Nicole Garay, una luminaria en el firmamento de la poesía panameña! Su legado trasciende fronteras y generaciones, dejándonos un tesoro invaluable en forma de versos y prosa que resuenan con la melodía de su talento multifacético.

Nacida como Nicolasa de las Mercedes Garay, en la vibrante ciudad de Panamá el 10 de septiembre de 1873, Nicole emergió en un entorno culturalmente enriquecido, siendo hija del distinguido músico colombiano Epifanio Garay Caicedo y de la refinada dama panameña Mercedes Díaz Remón. Desde temprana edad, su pasión por el arte y la educación se manifestó, y fue moldeada por manos expertas como las de la maestra Cristina Medrano de Patterson y diversas institutoras tanto colombianas como chilenas.

Su viaje hacia la excelencia la llevó a Europa, donde se sumergió en el vasto océano del conocimiento, nutriendo su alma con las melodías de maestros y la belleza de las artes. De regreso en su tierra natal, Nicole Garay se convirtió en un faro de inspiración, dedicando su vida al magisterio y a la promoción de los derechos de la mujer junto a figuras destacadas como Esther Neira de Calvo.

Su compromiso con la educación y la cultura la llevó a dirigir el Conservatorio Nacional de Música y Declamación, dejando una huella imborrable en el corazón de sus estudiantes y en la historia de Panamá. Su pluma, ágil como el vuelo de una mariposa, dio vida a poesías impregnadas de romanticismo y preocupación por el devenir de su amada patria.

Nicole Garay trasciende el tiempo, su obra permanece como un faro de luz en el firmamento literario de Panamá, recordándonos la belleza de los sueños, la fuerza del amor y la importancia de luchar por un futuro mejor.


Poemas

El Niño Patriota

No es mi patria Portobelo
Ni Santiago ni Natá,
Ni es David, ni es Aguadulce
ni es la propia capital.

Es mi patria cuanto abarca
desde un mar al otro mar,
la bandera panameña
con su rítmico ondear.

Soy un niño… pero istmeño!
y me late el corazón
cuando, lejos de mi patria
pienso en su último rincón.

Siento entonces que mis fuerzas
me convierten en Sansón
y ay! de aquel que en mi presencia
menosprecie a mi nación.

 
Cantinela

En un ocaso de grana
le entregué mi corazón
y al despertar la mañana
nos dieron la bendición.
Repicaba la campana
Dín-Dón. Dín-Dón.

Después estalló la guerra,
se alistó en un batallón,
cuando se perdió en la sierra
llevaba mi corazón.
La campana de mi tierra
vibró, Dín-Dón.

La cartas que me escribía
inspiraban compasión;
en todas ellas decía:
te llevo en mi corazón.
La campana proseguía
vibró, Dín-Dón — Dín-Dón.

Los vencedores le hallaron
tendido al pie del cañón,
donde mismo le enterraron
pusieron mi corazón.
Y las campanas doblaron
Dín-Dón. Dín-Dón.

Primero le lloré mucho,
después perdí la razón
y siento como un serrucho
donde tuve el corazón
cuando la campana
escucho Dín-Dón. Dín-Dón.


El árbol

A mi hermano

Queriendo acaso darme un buen amigo,
cuando yo vine al mundo, una mañana,
sembró mi padre al pié de mi ventana
un árbol que creció a la par conmigo.

Callado confidente y fiel testigo
de las congojas de mi edad temprana,
prestó su copa, al elevarse ufana,
sombra a mi estancia y generoso abrigo.

Cuántas veces las gotas de mi llanto,
tras de surcar ardientes mis mejillas,
cayeron en sus hojas cual rocío;

Y causa al alma de simpar quebranto
fue el ver cuál se tornaban amarillas
las hojas que regaba el llanto mío.

La tierna mamá

La dulce y tierna mamá
tiene a la nena en sus brazos,
pobrecita! hecha pedazos
su mano derecha está.

Por asomarse al balcón
cayó la nena a la calle…
la madre, imposible que halle
un consuelo a su aflicción.

Llega el doctor, la importuna
mientras la mano entablilla;
la muñeca llora y chilla
y al fin se aquieta en la cuna.

La mece un pie pequeñito
que calza escarpín de hule
mientras la arrulla quedito
la canción del Rey de Tule.

Gracias a Dios! Se ha dormido,
dice la tierna mamá,
y de puntillas se va,
que el almuerzo está servido.

Pedacito de mi tierra

Pedacito de tierra! Tan alegre y soleado
bajo el azul profundo de tu suelo estival,
tú viniste a la vida como un predestinado,
libre de toda mancha de culpa original.

Talvez te va cansando que a cada nueva aurora
tu sueño se interrumpa al eco de mi voz
como si no bastara la cálida y sonora,
canción con que te arrullan tus mares que son dos.

Noble en la desventura, noble en el sacrificio,
en medio de las naciones del mundo occidental,
fiel al lema que reza "Pro mundi beneficio",
dejaste abrir tus vísceras para hacer el canal.

Pedacito de tierra, cuna de ilustres hombres
que dieron alto ejemplo de abnegación y honor,
digan todos los labios la gloria de sus nombres,
canten todas las liras himnos en su loor!

Cuándo pensaron Fábrega, Arosemena, Herrera,
Durán, Icaza, Hurtado, Urriola y tantos más...
que tras de una centuria hijos del Istmo hubiera
prontos a atar al Cóndor las alas por detrás!...

Pedacito de tierra, tú no has necesitado
del bautizo de sangre casi tradicional
con que al nacer los pueblos de América han lavado
la mancha de un presunto pecado original!

Obras 

  1. (1930). Pról., Narciso Garay. Versos y prosas: 1873-1928. Bruselas: n.p.

Bibliografía


¡Libertad... para pensar!

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