Virginia Brindis (1908 - 1958)
Biografía
Virginia Brindis de Salas, nacida Iris Virginia Salas el 18 de septiembre de 1908 en Montevideo, Uruguay, fue una de las voces más significativas de la poesía afrodescendiente en América Latina durante el siglo XX. Su obra no solo representa una rareza por tratarse de la primera mujer negra en publicar un libro en Uruguay —y probablemente en América Latina—, sino que constituye un testimonio vivo de la lucha por la visibilidad, la dignidad y la afirmación cultural de los pueblos afrodescendientes en la región.
De orígenes humildes, hija de José Salas y María Blanca Rodríguez, creció en un país profundamente marcado por la invisibilización de las poblaciones negras e indígenas. Adoptó el nombre Virginia Brindis de Salas para su quehacer literario, una decisión que ha suscitado controversia, especialmente por su afirmada filiación con dos figuras célebres de la diáspora africana en América del Sur: el músico cubano Claudio Brindis de Salas y el payador argentino Gabino Ezeiza. Esta relación genealógica nunca ha sido plenamente documentada, lo que ha alimentado una atmósfera de misterio en torno a su figura.
Durante las décadas de 1930 y 1940, Brindis de Salas fue parte activa de un renacimiento cultural negro en Uruguay, en el que convergieron influencias del panafricanismo, el garveyismo, el Renacimiento de Harlem y el movimiento de la Negritud. Fue miembro del Círculo de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores Negros (CIAPEN) y colaboradora frecuente del periódico Nuestra Raza, una publicación fundamental para la expresión de las comunidades afrodescendientes uruguayas. También participó en la fundación del Partido Autóctono Negro, un proyecto político que reflejaba el deseo de autonomía y reconocimiento de los afrodescendientes.
Su poesía, reunida en los libros Pregón de Marimorena (1946, reeditado en 1952) y Cien cárceles de amor (1949), encarna una escritura consciente de su lugar como mujer negra en una sociedad estructurada por la desigualdad racial. Su palabra es combativa, lírica y política a la vez. A diferencia de las representaciones folclorizadas o hipersexualizadas de las mujeres negras que predominaban en la literatura criolla de la época, Brindis de Salas escribió desde un lugar de orgullo y afirmación identitaria, alejándose de la idealización de la maternidad negra o la subordinación cultural. Su poesía denuncia la pobreza, la discriminación y el silenciamiento, posicionándose como una voz rebelde que se atreve a decir lo que otros callan.
A pesar de haber sido reconocida por figuras como Gabriela Mistral, Nicolás Guillén y Juana de Ibarbourou —con quien mantuvo amistad—, su obra fue largamente ignorada por la crítica oficial uruguaya. En parte, esto se debe a que su literatura desafió las estructuras literarias tradicionales, tanto en lo estético como en lo ideológico. Algunos críticos, como Alberto Britos Serrat, llegaron incluso a cuestionar la autoría de sus poemas, atribuyéndolos a otros escritores como Julio Guadalupe, lo que fue categóricamente refutado por estudios posteriores, entre ellos los del investigador Marvin Lewis.
En 1954, uno de sus poemas, "Tango", fue traducido al alemán, prueba de que su influencia se extendía más allá de su país natal. Sin embargo, el misterio alrededor de su vida persiste: hay escasos documentos oficiales sobre sus años finales, y su tercera obra, Cantos de lejanía, permanece inédita y posiblemente perdida.
Virginia Brindis de Salas falleció el 6 de abril de 1958 en Buenos Aires, Argentina. Tenía 49 años. Su legado, sin embargo, continúa siendo redescubierto y reivindicado por nuevas generaciones de estudiosos y artistas que ven en su palabra una semilla de dignidad, conciencia y belleza insurrecta.
Obras publicadas
- Pregón de Marimorena (1946, reeditado en 1952)
- Cien cárceles de amor (1949)
- (Obra inédita) Cantos de lejanía (sin registros actuales)
Poemas
A la rivera americana
Cuántos años vieron mojar mis pies
las aguas salitrosas
que bordan la ribera americana.
La carne de mi cuerpo
bañada en agua hermana,
bautismo de este río
que como mar se ensancha
para buscar en la ribera
de América, su senda ancha.
Cuántos barcos al pasar por el ancón
y por la playa
abrieron, desmesurados
grandes ojos
y entre el cantar de marineros en su borda
a toda la ribera del itsmo saludaron.
Mi piel quemada, que besar quisieron,
ebria de soles matinales
se ha sumergido mar adentro
saturada de sales
y de encuentros.
Vamos por la ribera
de esta América indígena y mulata
en pos de la vereda
que todo lo mata.
El pecho fuerte y los brazos siempre abiertos;
macho y hembra,;
multitud, barcos y puertos;
y una bandera
de un solo color
hinchada al viento;
y las gentes en los barcos
a babor y estribor
con sus torsos desnudos
teñidos de sangre por escudo.
Que el pecho inflame
la paz redentora
y diga a todos: id ahora;
que nuestra sangre se derrame
sin demora.
Hijos del suelo americano
blancos y negros hermanados;
tomad mi cuerpo,
gustad el sabor de mi carne morena;
quebrad el espasmo de la gruta del miedo
que vuestra carne encierra!
Sed nuevos prometeos;
venid como Espartaco
que América en su nervio
desata sus canciones
que dicen los deseos
de un mundo amplio, nuevo,
sus nuevas rebeliones!
Quiero posar mi pie morena
en la ribera de los lares
de América, infinita
y verla que del suelo
se levanta
en sus talleres,
sus fábricas,
sus minas
y de un formidable pulmón
de voces femeninas,
que aprieta el fuelle
con manos masculinas,
oír la canción
en los caminos y en los muelles,
plena de redención!
La hora de la tierra
en qué tú duermes
(A los escritores del Uruguay)
La hora ciega a los otros
que viven del otro lado.
Amigo, quítate la venda
quítate la venda
que a ti te ciega en este,
quítate la venda.
Es hora de dejar libres
pasiones y ocios mentales.
Amigo bulle mi sangre
mientras la tuya se estanca;
quítate la venda, quítate.
La hora sangró la tierra,
fortalece una simiente;
¿qué cosecharán tus manos,
tus dos manos bien inertes?
Ay, ven por el cuesta arriba
que fácil es cuesta abajo
ir llevado por el viento
del triunfador justiciero.
Busca perlas en la luna
en su luz anacarada
baja tu vista a la tierra
que ella da luz escarlata.
Busca el lirio entre los vientos
que amortaja las montañas;
con tu cuerpo en sus entrañas
muerto un cuerpo mil y un muerto.
Es la hora del de abajo
y aquí no hay napoleones
ni dianas abanderadas
donde rugieron cañones
y socavaron la tierra
cientos de miles de bombas
desprendidas en los aviones.
¿Dónde están los sentimientos?
Allá en los ríos que sangre
se echó a correr por sus cuencas.
Corre el vocablo en el viento.
Quítate la venda, quítate;
quítate la venda de tus ojos.
No dejes morir tu mente
que idealizó el pensamiento;
la hora trae su angustia
por mar y aire, ya es tiempo.
Quítate la venda, quítate.
Amigo todo es materia
y ella golpea a la puerta
de tu corazón herido
en esta hora tan cierta.
El pan legendario
¡Oh pan que comer no te dejas
y pareces un producto
que fabricase en leyendas
y no en las panaderías.
A la mejor hilera humana
de dientes le apeteces.
Qué hermoso tú pareces
oh pan entre esos dientes!
Eres mejor amado,
eres mejor comido,
eres bien masticado
y mejor digerido.
Porque tú nunca sobras
y te echan muy de menos
aunque no siempre, a veces,
en mesas aritméticas
de hogares proletarios.
Los niños bien saben
el sabor que tú tienes.
Y a sus progenitores
sudor y fatigas les cuestas;
muchas cuestas
que son un cuesta arriba.
Provienes de la espiga
que nace en tierra firme,
de una hermosa semilla
que plantó el hombre humilde.
Después vas al molino
donde pisan el grano
que queda convertido
en alba harina
que va hacia las bateas
de las panaderías.
Tú haces vibrar el canto
más dulce en las poleas
de los esclavos blancos.
Después entras al horno;
tu júbilo es de un día
que duras o no duras
en las estanterías.
Esperando te quedas
para ir a las mesas
hasta que unas monedas
te llevan con sorpresa.
El Cristo negro
Metralla contra metralla
“que amor con amor se paga”.
¿Un camello? Ojo por ojo;
¿a qué parábolas del cielo?
Cristo negro manoseado
por la audacia y por la fuerza,
dejarás tu mansedumbre
de cordero y tu vergüenza.
Y fuerza contra la fuerza
ruede el látigo por tierra,
quita la hiel y tu miedo;
caiga piedra sobre piedra.
Sangre y llaga mucho enseñan.
Mejor amo es la Justicia
que las lágrimas del valle
del esclavo venerable.
Como al lirio le trajeron
a la tierra, a ti te dieron:
en el pecho, en las mejillas,
del señoreo mancillas.
Metralla contra metralla
“que amor con amor se paga”.
Madrigal
Tú miras mi carne morena
con ojos que son dos ascuas;
quisiera ser una fuente
donde escancies sed de ansias.
Quero quemar la sangre
de mis venas en el trópico
de tu frenesí trashumante.
Semblanza
¿De dónde provienes tú
pasionable y exaltada?
Tu sangre vió los ardores
de la Nigeria espectante.
Convada
y de ébano arrogante
el mapa de tu mirada.
Tus axilas aromadas
vegetación de la seiba.
Paso de culebra
tus caderas,
muchacha negra.
¡Libertad... para pensar!
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