Luljeta Lleshanaku (1968)

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Luljeta Lleshanaku, escritora albanesa

Biografía

Luljeta Lleshanaku es una de las voces más reconocidas de la poesía albanesa contemporánea. Nacida en Elbasan en 1968, estudió Filología y Literatura Albanesas en la Universidad de Tirana y obtuvo una maestría en Escritura Creativa (MFA) en el Warren Wilson College, Estados Unidos. Fue becaria del Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa en 1999, del Black Mountain Institute de la Universidad de Nevada y laureada como Poeta Europea de la Libertad 2022 en Gdansk, Polonia.

A lo largo de su carrera ha trabajado como editora, periodista, autora de televisión, docente e investigadora. Fue editora en los medios Zëri i rinisë y Drita, y su labor poética ha sido reconocida con numerosos galardones, como el premio Crystal Vilenica (2009), Silver PEN (2000), PEN Albania (2016), Pluma de Plata y los premios de las Ferias del Libro de Tirana y Pristina (2013). Su obra Negative Space, traducida por Ani Gjika, fue premiada por English PEN y finalista del Griffin International Poetry Prize y del PEN America Award en 2019.

Lleshanaku ha publicado nueve libros de poemas, traducidos a más de trece idiomas, que destacan por una poética íntima, contenida y profundamente reflexiva, que evita el énfasis ideológico y, en cambio, explora lo cotidiano con una mirada casi mística. Su poesía busca, más que representar la historia, registrar su resonancia emocional a través del silencio, la ausencia y los espacios intermedios.

Poemas

Fresco

Ahora no hay gravedad. La libertad es sin sentido.
Yo no peso más que un pelo
sobre un cuello almidonado.
Los labios se encuentran en elipsis al final de una Confesión
ahogada; sobre la arena, un cangrejo cierra sus pinzas
          herméticamente
y se mueve un paso hacia adelante y dos pasos hacia la 
          derecha.
Hace ya mucho tiempo que por primera vez rompí en un
          temblor
al toque de tus dedos;
no más timidez, no más curación, no más muerte.
Ahora soy luz como una pluma India, y puedo alcanzar la
          luna con facilidad
una luna limpia como el sexo de un ángel
en los frescos de una iglesia.
A veces hasta puedo ver asteroides muriendo como drones
en éxtasis por su amor, su reina.


El despertar del eremita

Todas las ideas se me escapan
una por una, se deslizan secretamente
como testigos de un crimen político.

Cuando se arrastran de vuelta, lentitud-de-tortuga
el aire tiembla nerviosamente en su silla de ruedas
y yo me levanto.

Mi sombra, liberada, vaga
por el cuarto sobre una cuerda invisible
gravedad súbita como una mosca muerta
caída del nido de una araña.

Todas las ideas se me escapan-
cuan lejos esta vez no sé decirlo.
Tal vez aparezcan en una estación de tren en alguna parte
en un pueblo donde todavía son poco gratas.

Afuera, la luna presiona contra las colinas
como la lengua de un profeta contra su paladar.

Las paredes, protestando,
devuelven mi voz dos, tres, cuatro veces
en un eco que se replica horriblemente a sí mismo
mientras lentamente dentro mío
se despierta el eremita.


Traicionados

Mujer traicionada, como una camisa que ha quedado chica
como el agujero gastado de un viejo cinturón
como un cuello almidonado...
Mujer traicionada, que se despierta de pesadillas
sintiéndose como una basura en el rincón de un ojo
como una pava retirada de la cocina
todavía humeante.

Sus caderas se balancean rítmicamente
en un movimiento masticatorio
mientras se mueve en diagonal a través de la casa.
¡Los niños, ah los niños, burbujeando!
Tarde a la noche, una tapa de aluminio
sobre un ramito de perejil-
nervio blando flotando en un caldo frío con sabor a limón.

Hay un hombre traicionado, también,
traicionado por ángeles oscuros
con los hombros cubiertos de helechos.

Hombres traicionados y mujeres
aceptan noblemente el destino
como uno podría aceptar un turbio vaso de agua
en una parada de descanso a lo largo del camino.
Traicionados hombres y mujeres
en un largo viaje.


Ausencia

La luna
la nicotina de un beso...

Una mirada de soslayo
como el mástil de un barco pirata
detrás de una isla lejana.


Esperando un poema

Estoy esperando un poema,
algo agreste, ni elaborado ni fuera de control,
algo imperturbable por las ofensas, un cuervo blanco
liberado de la oscuridad.

Las palabras que vienen naturalmente, sin apuntarle a nada,
una bala sin un blanco,
tiros de advertencia al cielo
en tierras recién ocupadas.


Un poema que brote de mi pecho

Y hasta que llegue
escucharé a mis hijos peleando en el cuarto de al lado
y arrojaré mi mirada a lo largo de la mesa
a un vaso de leche vacío
con un trazo de blanco alrededor del borde
mi cuello envuelto en plata
una servilleta en un aro servilletero
esperando que arriben los tardíos invitados...


Lo desconocido

Cuando nace un bebé, le damos el nombre de un antepasado,
así el reciclaje continúa. No por nostalgia
sino por miedo a lo desconocido.

Con una maleta llena de ropa, unos cuantos íconos, y un cuchillo
     que brilla,
el inmigrante trajo consigo nombres de lugares de proveniencia
y los lugares que reclama haber nombrado son Nueva Jersey, 
     Nuevo México,
Jericó, Nueva York y Manchester.

Para lo desconocido encima de nosotros, la misma condición:
nombramos planetas y estrellas por dioses caprichosos, 
     vengativos–
Marte, Júpiter, Saturno, Venus, Centauro–
como si hiciéramos un escudo contra el cosmos.

Los nombres se arrojan encima como perros de caza,
con la creencia de que limpian del camino
los inesperados obstáculos del viaje.

Y llamamos “destino” a lo que desconocemos en común,
palabra sin género, no conjugable, imprecisa.
Su autoridad cuelga de un hombro
como la túnica de un senador romano
dejando un solo brazo desnudo, libre.


¡Libertad... para pensar!

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